El ecosistema manglar de Guatemala está vinculado al de Honduras, Belice y México. Lo que le pase a uno le afecta al otro. En el Caribe guatemalteco hay actividades ilegales que destruyen una barrera natural y un sustento para familias que dependen del lugar. Nómada viajó al Lago de Izabal para comprobar tales amenazas y riesgos.
A la izquierda se ve un bosque de mangle deteriorado, dividido y poco frondoso. A la derecha todo lo contrario. Lo que diferencia uno del otro es su frontera: el primero pertenece a Guatemala, el segundo a Belice.
Los árboles parecen abrazarse unos con otros, sus ramas cruzadas se aferran al terreno pantanoso entre la tierra y el agua. Este bosque de mangle es la clave para que el Lago de Izabal, el más grande del país, no muera pronto y que tampoco termine la economía de un lugar que depende un 80% de él.
A pesar de ser tan necesario está siendo depredado frente a la mirada de las autoridades. El narcotráfico, la minería y el monocultivo como la palma africana, han dejado amordazados a los pobladores que no denuncian por miedo y ven cómo, poco a poco, el sustento de sus antiguas generaciones se desaparece.
1. Los pescadores sin peces
La lancha brinca con más fuerza a las 2 de la mañana, hora en que los López salen a buscar peces. En una oscuridad cegante salen a probar suerte con sus redes. A veces, cuando son días buenos, encuentran una cantidad decente de peces, lo suficiente para que coma la familia. Otros días regresan con las manos vacías a casa.
Los López han sido por tradición una familia pesquera. Pero la contaminación del agua, la pesca ilegal y la depredación del sistema manglar (donde inicia el 80% de la vida marina) han hecho que no puedan subsistir solo con esto.
Cervando Eduah, un poblador de Sarstún, coincide con los López: Ya no se puede vivir de la pesca. Explica que han denunciado en varias ocasiones a las camaroneras que operan en Izabal.
La pesca camaronera es agresiva, cuenta Eduah, tienen redes que “parecen coladores”, donde incluso, las especies más pequeñas son atrapadas.
Este tipo de pesca es ilegal, según el artículo 80 de la Ley General de Pesca y Acuicultura, pero la Dirección de Normatividad de Pesca y Acuicultura (Dipesca), del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación (MAGA), no sanciona estas prácticas agresivas a pesar de que interrumpen el ciclo de reproducción de los peces. Además de ello tampoco hay sentencias o multas por depredar el mangle.
Oscar Santos, investigador de biología del Centro de Estudios Conservacionistas (CECON) de la Universidad de San Carlos de Guatemala, expone que en el mangle comienza la vida marina. La estructura de este ecosistema ayuda a que los peces se reproduzcan en el lugar, pues no permite la entrada de especies grandes, que suelen ser las depredadoras. Es acá donde pasan la primera etapa de su vida, hasta que son lo suficientemente grandes para salir al mar.
Por lo tanto, la falta de peces es alarmante.
Expone que además de la pesca agresiva, el poco interés del MAGA de actualizar las vedas (periodos donde se prohíbe la pesca por ser el tiempo de reproducción de cierta especie, para evitar su escasez) ha hecho que el ecosistema se deteriore.
Hay un esfuerzo por cambiar la situación por parte de los comunitarios de Barra Cocolí, una comunidad a 45 minutos de Livingston, Izabal, en el Caribe guatemalteco.
Hace un año, con un poco de financiamiento, lograron comenzar un proyecto de turismo, esto les ha permitido subsanar su problema económico, y a la vez recuperar lo que han perdido con el tiempo: una pesca regular.
Dentro de su proyecto buscan reforestar el mangle que había en su comunidad. Fernando López, residente de Cocolí, cuenta que reforestar el mangle no es una cosa fácil. Él y los otros 25 habitantes del lugar han recibido muchos cursos y aún así han fracasado con frecuencia.
El mangle es una planta compleja, pero sobre todo cara para reforestar, pues es a base de prueba y ensayo. La misma técnica que se usó en un lado puede que no funcione en otro.
Con su dedo, Fernando López señala unos tubos pvc incrustados en la orilla del lago. Recuerda que hace un año estaba llena de estos, pues dentro sembraban los propágulos —la semilla del mangle—. Ahora solo esos dos tubos guardan lo que quedó de una inversión cuantiosa.
Los habitantes de Cocolí explican que los tubos debían estar más llenos de propágulos, para aumentar la posibilidad de que se enraizaran y que unos se ayudaran con otros. Además han aprendido que hay lugares más estables donde el mangle crece con más facilidad.
2. Solo el 30% del mangle sigue vivo
Desde 1950, en casi 70 años ha desaparecido el 70% del mangle en el territorio guatemalteco, demuestra The Nature Conservancy (TNC), en el estudio titulado “Biodiversidad Marina de Guatemala” (2009). Esto vulnera a las comunidades que viven de ella. Santos expone que la economía de Izabal se basa mayoritariamente en actividades ligadas a la riqueza hídrica del departamento.
El estudio titulado “Evaluación económica y cultural del mangle en el Caribe guatemalteco” realizado en 2017 por la Fundación para el Desarrollo y la Conservación (Fundaeco), expone que el 83% de los pobladores de Livingston y del río Sarstún consideran que sus ingresos provienen directa o indirectamente del mangle. Además, el 100% del sector pesquero cree que su trabajo depende directamente de la salud del ecosistema manglar.
Además, el Caribe guatemalteco está relacionado con al menos tres ecosistemas más: Los pastos marinos, las áreas boscosas y el Sistema Arrecifal Mesoamericano (SAM), la barrera de corales más grande del del Atlántico, que conecta a México, Belice, Guatemala y Honduras. La organización Arrecifes Saludables, en su Reporte de Salud del SAM, evidencia que la disminución de peces en Guatemala es alarmante, tan solo en 10 años las especies marinas solo ha sobrevivido un cuarto de la población marina y han dejado desprotegido el ecosistema.
Guillermo Gálvez, acuicultor e investigador de Fundaeco y encargado del monitoreo del manglar en el río Sarstún, dice que la conservación de estos cuatro ecosistemas está relacionada entre sí. Cada uno, es para el otro, una capa de protección ante eventos naturales. Un ejemplo de ello es que 100 metros de mangle pueden disminuir hasta un 90% la fuerza de un tsunami. De esta manera protegen no solo al bosque sino también a la gente que habita cerca del lugar.
3. Destrucción de la barrera natural
El ecosistema manglar es una barrera en muchas formas: además de ser un excelente protector contra los tsunamis, también evita la erosión de las costas.
Limpia el aire más que cualquier otro árbol. Entre sus funciones en la naturaleza está el ser un filtro para el agua que llega al ecosistema y sobre todo es el refugio y lugar de nacimiento de más del 80% de las especies marinas.
A pesar de su importancia, las municipalidades de Livingston y Puerto Barrios no tienen planes que protejan este ecosistema. Nómada intentó comunicarse con ambos alcaldes y ninguno quiso atender la entrevista.
Entre las amenazas que corre el árbol del mangle está la tala excesiva para la construcción de lugares turísticos, algunos de ellos incluso en áreas que son reserva natural del Estado, dentro de áreas protegidas.
Sobre ello, el director de la Oficina de Control de Áreas en Reservas del Estado (Ocret) en Izabal, Mario Lemus, cuenta que no es responsabilidad de esta oficina el vigilar qué hacen en los lugares que el Estado arrenda. Añade que ellos solo estudian el caso previo y no pueden dar seguimiento sobre el correcto uso de las áreas del Estado.
4. La búsqueda de una solución: la estrategia regional del mangle
El ecosistema manglar y el SAM están conectados en Guatemala, Honduras, México y Belice. Lo que suceda con uno de ellos puede tener repercusiones sobre el otro. Ahora no solo los ecosistemas, sino también los gobiernos y las organizaciones ambientalistas buscan estar comunicados a través de una Estrategia Regional de Conservación y Restauración de Manglares en el Arrecife Mesoamericano, la cual comenzaron a gestar hace un año.
Para que dicha estrategia llegue a cobrar vida se realizó una actividad de tres días, del 18 al 20 de septiembre de 2019 en la Ciudad de Guatemala, en la cual participaron 69 expertos de los 4 países. Después de las charlas y debates se inició un proceso para trabajar en una propuesta regional. Se espera que el próximo año se puedan dar a conocer los primeros pasos para guiar el trabajo de las autoridades en las cuatro regiones del SAM.
Steven Canty, biólogo marino, coordinador del Programa de Conservación Marina, del Smithsonian Institution y también coordinador de esta estrategia, cuenta a Nómada que este es un espacio de diálogo, pero también de compartir experiencias acerca de lo que se hace en cada país para preservar el mangle. Añade que con este intercambio de conocimientos pueden adoptarse nuevas medidas en cada país y ajustarlas a sus necesidades.
Anaité López, Jefe de ecosistemas del Instituto Nacional de Bosques (INAB), quien participó en este evento, explica que durante el evento se pudo ver que hay estrategias en México de restauración del mangle mejores que en Guatemala. A la vez, añade que en materia jurídica con el “Reglamento para el manejo sostenible del recurso forestal del ecosistema manglar”, este país está un paso adelante.
5. Narcotráfico, Minería y Monocultivos
Steven Canty comenta que son varios los problemas que afronta este ecosistema en el país. El primero de ellos es la agricultura en donde se utiliza una gran cantidad de productos químicos. Pedro Julio García, coordinador del Instituto de Investigaciones Hidrológicas de la Universidad de San Carlos, explica que al llover, el agua lava todos estos pesticidas del suelo y corren hacia el lago y los ríos llegando hasta el mangle.
Las raíces del mangle funcionan como depuradores de agua y comienzan a limpiar los pesticidas, pero cuando la cantidad de estos es tan grande, en cierto momento dejan de filtrar, porque exceden su capacidad. Esto deja vulnerables a ecosistemas que dependen de él para contar con agua limpia, como los arrecifes.
Es en este problema es donde inciden las empresas de monocultivos en Izabal, como la palma africana con la empresa Naturaceites y las bananeras como Del Monte. Pero este tipo de siembras agresivas no solo afectan la pureza del agua, también son invasivas. García explica que suele ser recurrente en las plantaciones de monocultivo el ampliar el territorio y aumentar una “hilera” de cultivo más, expandiendo su espacio y llegando a áreas de manglar.
Las actividades mineras, como las operaciones de la Compañía Guatemalteca de Níquel (CGN) también afectan el ecosistema manglar. El último estudio de aguas, realizado hace 10 años por la Universidad de San Carlos, constató que hay una fuerte presencia de metales pesados en el agua, el más agresivo: el plomo. Un investigador ambiental en la región, que prefiere guardar el anonimato, añadió que la única fuente de este tipo de metales es de la minera CGN.
La directora de la Autoridad para el Manejo Sustentable de la Cuenca Hidrográfica del Lago de Izabal y Río Dulce (AMASURLI), Maritza Aguirre, dice que esta institución no cuenta con estudios actualizados sobre metales pesados en el agua. Explica que análisis como estos requieren un equipo especializado y más presupuesto, algo que no tienen.
Pedro Julio García, del CEMA, argumenta que en los animales marinos también se ha encontrado presencia de plomo y es más concentrado de acuerdo a la especie. Explica que la cadena alimenticia marina comienza con los peces más pequeños que son comidos por los más grandes. Algunos de estos son peces que se encuentran también en nuestra dieta y pueden tener altas concentraciones de este metal pesado, es decir que en nuestra comida puede haber presencia de pequeñas dosis de “veneno”.
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), el plomo es una sustancia química que se acumula en el cuerpo causando daños progresivos en la persona. No existe un nivel bajo de plomo del cual se pueda decir que no sea nocivo, es decir, que en pequeñas o grandes dosis este metal puede tener serias repercusiones en la salud. Este es considerado por la OMS como un veneno.
El tercer problema más notable es la ganadería. ¿La razón? Los ganaderos de la región suelen construir quineles que son “caminos” entre los humedales, es decir las zonas “pantanosas”. Esto para que las tierras se sequen y pueda crecer pasto con el paso del tiempo. Es ahí donde llevan a su ganado después de dos años.
Fuentes con conocimiento en el tema, que prefieren hablar en el anonimato, señalan que estas prácticas están íntimamente ligadas con lavado de dinero de los narcotraficantes de la zona. Ambas, en entrevistas separadas, concuerda en que la influencia de esta gente es tan grande en el lugar, que incluso hace poco tiempo la policía encontró una excavadora haciendo un quinel y en tres días y luego de pagar una multa de Q3,000 entregaron la máquina.
Coinciden con que si se hiciera un estudio del impacto que causa la interrupción de este ecosistema, las pérdidas se valorarían en Q100,000 o más. Sin embargo, las autoridades estatales, las organizaciones y los comunitarios se encuentran maniatadas ante la inoperancia de las autoridades en ese departamento.
Mario Lemus, director de Ocret, reconoce el problema que afrontan estos tres grupos de la región.
—La verdad, sí, pobrecitos los del Consejo Nacional de Áreas Protegidas (Conap), porque no pueden denunciar nada por la presencia del narcotráfico, asegura.
6. Un sendero de plástico
Cada mañana los López, después de la pesca van a la orilla de su pequeña playa con arena blanca. Aunque a esa hora no es tan blanca, pues encuentran todo tipo de basura: botellas, pachas, empaques, productos de duroport, bolsas y una gran variedad de desechos plásticos.
Algunas veces recogen grandes costales, otras, solamente pequeñas bolsas. Y la basura está en todos lados: en medio de las raíces del mangle, flotando en el agua o sobre la arena.
Con lo recolectado, los López comenzaron un pequeño proyecto: un sendero de plástico entre el mangle. Después de recoger cada mañana los desechos de ese material, lo llevan al centro del mangle, donde hicieron un mirador en el que se pueden observar grandes áreas de Rhizophora mangle, mejor conocido como mangle rojo, que en la región tiene una característica: es un árbol chaparro, por la falta de fósforo en el área donde crecen.
El sendero con un grosor aproximado de 30 centímetros con 10 metros de largo es la suma del plástico que esta comunidad ha recibido por medio año. ¿De dónde viene ese plástico? De todos lados. encuentran etiquetas en inglés, algunos dicen hecho en Belice, México, Honduras o Guatemala. Estos cuatro lugares comparten conectividad hídrica.
El investigador Pedro Julio García cuenta que actualmente en la Universidad de San Carlos se realiza un proyecto de evaluación del agua. En los primeros muestreos encontraron en el Lago de Izabal una importante cantidad ftalatos. Este es un material que está presente principalmente en los plásticos suaves como los mamones de las pachas de los bebés, empaques de comida y botellas delgadas, por ejemplo.
Esto afecta directamente a los pobladores del lugar, que consumen y tienen contacto con el agua. En un estudio realizado por Environmental Science & Technology, los investigadores encontraron una relación entre abortos involuntarios y la presencia de ftalatos en la orina de las mujeres. En los hombres está vinculado con cáncer testicular y una baja en la producción de espermas.
Pero la falta de estudio profundo en la calidad de agua, la inexistencia de una ley de aguas y el poco compromiso de las municipalidades que colindan con el Lago de Izabal lo llevará a un agravio sin retorno.
Oscar Santos, quien monitorea el comportamiento del agua del Lago de Izabal, explica que este ha llegado a niveles altos de insalubridad. Afirma que si no se le da tratamiento lo antes posible a temas como el plástico, la aparición de la hydrilla (una planta no nativa del lago) y la contaminación del agua, se ponen en riesgo los ecosistemas que dependen de él, como el mangle y el arrecife.
Santos concluye que en diez años el lago podría verse “igual de afectado que el de Amatitlán” y con daños casi irreparables.
7. Castigos débiles
Al otro lado del escritorio la fiscal de delitos ambientales de la Ciudad de Guatemala, Aura Marina López, firma algunos papeles con cierta prisa. Llegan algunos trabajadores con carpetas en las manos para hacerle preguntas de algunos casos. Apresurada explica que el Ministerio Público (MP) es el encargado de llevar los casos que llegan como denuncias al MP.
La fiscal López dice que esta fiscalía no tiene los suficientes recursos para perseguir de oficio los delitos contra el Ambiente, específicamente sobre el mangle. Comenta que solo si les llega una denuncia ellos proceden a investigar. Se le pregunta sobre cuántas sentencias han logrado en el MP en relación al ecosistema manglar en cinco años.
—Ninguna, responde con seguridad.
Del otro lado de la pequeña oficina una persona dice: “sí, hay una sentencia”. Se refiere al caso en la Finca Salamanca en Escuintla que concluyó con una multa de Q20,000 y una reparación digna de Q5 millones en árboles normales. La fiscal López asegura que el mangle se reproduce solo, sin embargo, los expertos explican que tiene un crecimiento complicado y requiere cuidado y conocimiento.
Información pública del MP, revela que desde 2009 a la actualidad se han investigado más de 330 casos sobre especies protegidas, pero no se especifica de cuáles. Tan solo 6 de estas han llegado a una sentencia.
En dos de ellas se impusieron 5 años de cárcel, multa de Q20,000 y expulsión del país. En otros dos casos se condenó a 10 días de cárcel, en uno de ellos se colocó una multa de Q500 y en otro, una de Q1,000. En los últimos dos solo hubo una multa de Q2,000 y Q3,000 respectivamente.
La fiscalía de Delitos contra el Ambiente culpa al Conap, Ocret, Dicri y Diprona por su bajo desempeño. Hendryc Acevedo, director del Conap de Izabal, muestra una lista de 60 denuncias presentadas por esa institución, donde solo 3 no se han cerrado.
En Belice, al solo pasar unos metros después del río Sarstún, las cosas son diferentes. Si la autoridad detiene a una persona mientras daña este ecosistema de diferentes maneras, puede pasar hasta 20 años de cárcel y pagar multas de hasta US$100,000.
Guatemala premia el daño al ecosistema, Belice lo castiga.
Original Nomada